En el artículo de hoy, hablaremos de un talentoso artista que, aunque no muy conocido, sin duda supuso una gran influencia para el arte del siglo XX, y probablemente, continuará influyendo durante mucho más tiempo, debido a la altísima calidad de sus obras. Este misterioso artista maldito, quien padecía de enfermedades mentales, pasó gran parte de su vida atormentado por demonios y espíritus, e incluso hay quienes piensan, que vendió su alma al Diablo.
Nos referimos a Franz Xaver Messerschmidt, un escultor alemán nacido en Baviera en 1736, en el seno de una familia de artistas.
LAS CABEZAS DE CARÁCTER
Esta serie de 69 esculturas, realizadas con una técnica exquisita y de estilo absolutamente vanguardista para la época, deben su merecida fama a las inquietantes expresiones que muestran los rostros de los personajes. Se cree que la inmensa mayoría de ellos, quizá todos, son autorretratos del propio Messerschmidt. Ríen, lloran, gritan, sacan la lengua, se muestran enfadados, burlones, o enloquecidos. Su significado es todo un enigma, y nadie ha sabido interpretarlas más allá de las teorías propuestas por algunos investigadores, historiadores o psicólogos. Pese a que a primera vista, pueden parecer rostros que nos invitan a reír y a considerarlos caricaturas, todo parece indicar que el escultor, quiso captar los límites expresivos del rostro humano.
En 1755, se matriculó en la escuela de Bellas Artes de Viena, donde ya daba muestras de su portentoso talento, esculpiendo obras de increíble calidad. Influenciado por el gran artista del barroco, Balthasar Ferdinand Moll, trabajó en tallas religiosas por encargo de la reina De Saboya, y acabaría siendo escultor real de la Corte.
En 1769, también comenzó a impartir clases en la academia de arte donde se formó, pero no ejercería este puesto por mucho tiempo. Fué en 1770 cuando empezó a mostrar los primeros síntomas de su enfermedad mental, desconocida en aquella época; la esquizofrenia, algo que quienes se relacionaban con él, ya habían advertido, pues existían rumores en la academia sobre episodios delirantes del genial artista, como verle deambular nervioso (como si alguien le persiguiese), y a comprobar que sufría alucinaciones y paranoias, las cuales, fueron progresivamente haciéndose más frecuentes y agresivas. Se dice que en una ocasión, amenazó a otro artista con matarlo, sin motivo aparente. Estos sucesos, y más acontecimientos similares posteriores, ocasionaron que Messerschmidt, fuese "despedido" de la academia y la Casa Real.
Se sabe que Messerschmidt, era un asiduo en los círculos esotéricos vieneses, y que como muchos personajes célebres de aquella época, estaba muy interesado por el ocultismo, la alquimia, la nigromancia, y la fisiognomía (teoría que defiende un conocimiento del carácter de una persona a través del análisis de su apariencia). Por ello, hay quienes creen que Messerschmidt, vendió su alma al diablo, y que debido a esto, su habilidad y técnica para esculpir eran sencillamente perfectas.
Totalmente desolado por su situación laboral, vendió su casa de Viena y se mudó a su pequeño pueblo natal, Wiesensteig. Se instaló en una cabaña a las afueras que sería donde, en 1775, crearía el primer ejemplar de su serie de Cabezas de carácter o Cabezas de personajes, colección de bustos que posteriormente, serían sus obras más famosas.
Su situación comenzó a ser límite, debido a que estaba completamente aterrorizado por terroríficas visiones fantasmagóricas. Messerschmidt, aseguraba que espíritus y demonios, asaltaban su casa para agredirle y golpearle por la noche, y asustarle durante el día. Precisamente, en esta situación crítica de agobio y manía persecutoria, esculpió la mayor parte de las Cabezas de carácter. Pese a que no se conoce su versión acerca del motivo por el que creó estos inquietantes bustos, existen varias teorías al respecto.
Una de ellas, sostiene que en su búsqueda de lo oculto, quiso representar las 64 expresiones primigenias del ser humano, aquellos símbolos atávicos que nos unían como especie, en un idioma que todos comprendemos.
Otra, mantiene que el mismo Messerschmidt, afirmó una vez que creó estas esculturas con expresiones grotescas y delirantes para espantar a los demonios y espíritus que le atormentaban permanentemente.
Algunas hipótesis más, sugieren que la plasmación de estos perturbadores gestos en los bustos, le ayudaban a sanar, es decir, eran un mecanismo de autocuración.
Pasó los últimos años de su vida en Presburgo, tallando y esculpiendo de manera obsesiva las Cabezas de carácter. Nunca las vendió, y no porque no encontrara compradores Messerschmidt, aseguró que en cierta ocasión, un conde húngaro quiso comprarle toda la colección por la considerable suma de 8.000 florines, una cantidad muy sustanciosa para la época. Sin embargo, Messerschmidt se negó a venderlas, ya que "las mantenía a su lado para espantar a los demonios que le acosaban".
LAS CABEZAS DE CARÁCTER
Esta serie de 69 esculturas, realizadas con una técnica exquisita y de estilo absolutamente vanguardista para la época, deben su merecida fama a las inquietantes expresiones que muestran los rostros de los personajes. Se cree que la inmensa mayoría de ellos, quizá todos, son autorretratos del propio Messerschmidt. Ríen, lloran, gritan, sacan la lengua, se muestran enfadados, burlones, o enloquecidos. Su significado es todo un enigma, y nadie ha sabido interpretarlas más allá de las teorías propuestas por algunos investigadores, historiadores o psicólogos. Pese a que a primera vista, pueden parecer rostros que nos invitan a reír y a considerarlos caricaturas, todo parece indicar que el escultor, quiso captar los límites expresivos del rostro humano.
Cuando Messerschmidt murió, su hermano heredó los bustos, permaneciendo en manos de la familia hasta que en 1793, su sobrino, Johann Pendel, los mostró al gran público en una exposición celebrada en el Hospital de Viena. El anónimo autor de la guía de la exposición, interpretó las Cabezas de Carácter desde un punto de vista sarcástico, quizá debido a una estrategia comercial que buscaba estimular la curiosidad de los posibles compradores. Siguieron la misma dirección cómica en los títulos que otorgaron a las obras, ya que Messerschmidt, nunca llegó a “bautizarlas”. Por ello, tenemos nombres como El hombre que sufre de estreñimiento, El fagotista inepto, El hipócrita, El calumniador, o El hombre que bosteza. Esto llevó a muchos a incidir en la contradicción existente entre la seriedad que transmiten los bustos, y la extravagancia de los nombres que se le otorgaron a posteriori. La colección de cabezas, que terminó por diseminarse a raíz de una subasta efectuada en Viena a finales del siglo XIX, se compone actualmente de 54 ejemplares, alguna de las cuales, ha sobrevivido únicamente como molde de yeso, o algunas, las conocemos gracias a fotografías y litografías.
Al márgen del gran valor artístico de estas cabezas, nos preguntamos qué quiso expresar Messerschmidt con ellas.
En la charla que escritor ilustrado Christoph Friedrich Nicolai, mantuvo con el artista, Meserschmidt le explicó que en ellas, pretendía reflejar los 64 gestos primordiales del ser humano, y que la idea le surgió a partir de su interacción con los espíritus. Según Nicolai, el escultor pensaba que los espíritus se sentían amenazados porque su arte llegó a alcanzar tal perfección, que se aproximaba a lo divino. El espíritu de la proporción se sintió celoso, y por ello, le castigaba durante sus sesiones con dolores en las piernas y la parte baja del torso.
En la charla que escritor ilustrado Christoph Friedrich Nicolai, mantuvo con el artista, Meserschmidt le explicó que en ellas, pretendía reflejar los 64 gestos primordiales del ser humano, y que la idea le surgió a partir de su interacción con los espíritus. Según Nicolai, el escultor pensaba que los espíritus se sentían amenazados porque su arte llegó a alcanzar tal perfección, que se aproximaba a lo divino. El espíritu de la proporción se sintió celoso, y por ello, le castigaba durante sus sesiones con dolores en las piernas y la parte baja del torso.
También, aseguró haber descubierto una analogía secreta entre el rostro y el cuerpo, de tal manera que al esculpir una parte específica, el escultor reportaba sensaciones en la correspondiente del cuerpo. Estas interrelaciones le llevaron a pensar que había redescubierto un aspecto de la fisiología humana perdido desde la antigüedad, y que el escultor, creía que ya estaba presente en la escultura egipcia. Este hallazgo de las proporciones corporales, enfureció a los espíritus, quienes decidieron castigarle por la apropiación de un conocimiento que consideraban divino. Nuevamente, el espíritu de la proporción atormentó al escultor con más dolores. Estos acontecimientos paranormales, coinciden con la afición que el escultor, tenía por las ciencias ocultas. Se sabe que conocía los escritos atribuídos a Hermes Trismegisto, considerado pionero de la alquimia.
Según Nicolai, Messerschmidt se situaba frente al espejo, y lo mismo se pellizcaba que gesticulaba, con el fin de conseguir los 64 gestos primordiales del rostro humano. Se dice que en ocasiones, llegó a adoptar métodos más drásticos, como abordar a los transeúntes con una pistola (sin herirles), para estudiar los rostros horrorizados de sus "víctimas". Cuando conseguía el gesto deseado, lo trasladaba primero al yeso, y después a un material más duradero, ya fuera pétreo (mármol o alabastro), o metálico (bronce, plomo o estaño).
Las Cabezas de Carácter, forman un grupo muy homogéneo, ya que la inmensa mayoría de ellas, muestran bustos cortados a la altura de la base del cuello. Ya que toda regla tiene su excepción, existe algún personaje representado desde el abdomen. Todos los bustos, están concebidos con una visión totalmente frontal, y realizando grotescos gestos que, en la mayoría de las ocasiones, fuerzan el rostro al máximo.
Las cabezas, muestran una gran variedad de peinados, incluyendo la calvicie. De esta manera, hay personajes con largas melenas o pelo corto, con cabellos lisos, rizados, revueltos, alborotados, o mojados. Se cree que Messerschmidt utilizó pelucas para concebir los bustos. Lo que nunca aparece en estos rostros, es barba o bigote, sin duda debido a que su inclusión, hubiera provocado una disminución gestual del rostro, ocultando parcial o totalmente la boca, mentón, y músculos que rodean la boca y el cuello. Solo en ocasiones puntuales, el escultor plasmó otros elementos, como por ejemplo diferentes tipos de tocados o gorros, telas, o incluso una soga del cuello (un ahorcado). Sorprende que de todas las cabezas conservadas, tan sólo una de ellas, titulada El artista como se imaginaba riendo, sea la única que muestra una expresión positiva, puesto que las demás, transmiten un sentimiento negativo o neutral.
Y aquí, concluye el artículo de hoy. Esperamos que el contenido del mismo, haya sido de su interés.
Cordiales saludos.
Oniria Misterio
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