Un lugar en el que las máquinas ferroviarias, tras años de servicio y miles de kilómetros sobre los raíles, acaban sus días marchitándose, sucumbiendo al implacable azote de la intemperie y el abandono, agregando así al emplazamiento una densa y melancólica atmósfera que casi puede escucharse gritar en silencio.
Heridas por el óxido, estas viejas máquinas aguardan su destino final sobre los inertes raíles en desuso, descoloridas por las inclemencias de la dejadez y tatuadas con vistosos y profanos graffiitis, a modo de cicatrices por su larga estancia en este viejo desguace, así como por el poco respeto que sintieron algunos visitantes por estos inmóviles y vetustos cadáveres de metal.
Todavía parecen reverberar los sonidos residuales propios de este tipo de maquinaria, como traqueteos metálicos, el punzante y agudo chirrido del freno, o el estruendoso rumor de la locomotora a todo gas, surcando el viento incesantemente sobre las vías de todo el país.
Ya nadie se encarga de su mantenimiento, ni vuelven a llenar sus depósitos de combustible para una jornada de labor. Tras décadas de rodar sobre las vías, ahora, estas inanimadas máquinas se ven condenadas a envejecer inmóviles y en silencio, aguardando su incierto destino. Quizá, sean divididas en piezas y vendidas como recambios o chatarra al peso, o bien, acaben formando parte de una viga más de cualquier construcción, tras ser previamente un mero líquido incandescente en su paso por la fundición de metales... ¿Quién sabe?
Mientras tanto, y siempre que se tenga la oportunidad, intentaremos visitar estos singulares enclaves para intentar inmortalizarlos a través de las fotografías. De esa manera, siempre quedará una pequeña huella de estas viejas máquinas que, tras décadas de trabajo incesante, acabaron sus días congeladas en el tiempo sobre difuntos raíles que ya nunca volvieron a surcar jamás.
Esperamos que las fotografías, hayan sido de su agrado e interés.
Cordiales saludos.
Oniria Misterio
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