Decidimos aprovechar el día de descanso para desplazarnos hasta un lugar que, hacía tiempo, teníamos ganas de visitar. Se trata de un complejo minero, inmerso en un árido y escarpado terreno, el cual, cuenta con instalaciones propias de este tipo de industria, así como también con una colonia de 251 viviendas próximas a la explotación, destinadas a albergar a los obreros que faenaban en la mina, y a sus respectivas familias.
El diseño de las viviendas es totalmente simétrico, y por lo tanto, la distribución de las mismas, indéntica. Las casas, son muy humildes, aunque contaban con ciertas comodidades teniendo en cuenta la época y el aislamiento con otras poblaciones. El enclave, guarda ciertos paralelismos con
Las Minas de la Tragedia.
Según cuentan los que ahí habitaron, se vivieron tiempos felices en los que no faltaba el trabajo ni la comida. La
Colonia Minera del Arteal, contaba con economato, escuelas, bar, panadería, campos de fútbol y hasta dos cines; uno de verano y otro de invierno.
Actualmente, se encuentra abandonada desde hace años, y aunque valientemente lucha por resistir, no ha podido evitar los implacables embates que el tiempo y la dejadez, le han ido asestando a lo largo de los años.
Todavía parece resonar entre sus calles el bullicio de las gentes que otrora dieron vida a estas casas, ahora inertes y desoladas. Actualmente, envejecen al frenético compás que el pulso del tiempo les impone.
A día de hoy, sólo queda la carcasa resquebrajada y vacía de lo que este pueblo, solía ser. Aunque, como si de profundas cicatrices se tratara, todavía perduran algunos vestigios en forma de ruinas, ahora testigos mudos e inamovibles del resurgir y la muerte de este inmenso complejo industrial.
Un especial sentimiento de nostalgia, invade al visitante que se anima a transitar sus desiertas calles y se adentra en las maltrechas viviendas, las cuales, se encuentran en un estado totalmente ruinoso y decadente.
Sin embargo, el lugar goza de esa genuína belleza desolada que poseen los enclaves abandonados, y parece percibirse tenuemente, como en blanco y negro, el diario trajín de las vivencias y las emociones que los antiguos habitantes de esta colonia minera, dejaron plasmada en forma de
impregnación energética.
A cierta distancia del complejo de viviendas, se encuentran, como viejos gigantes abatidos, restos de edificios industriales en los cuales, faenaban los obreros residentes en la colonia, con el fin de subsistir y alimentar a sus familias, en algunos casos, muy numerosas.
Debemos decir que, aunque el calor del sureste español era insoportable durante nuestra visita (se alcanzaron los 40ºC), fue una agradable jornada, y nos encantó conocer por fín este emplazamiento, el cual, teníamos pendiente de visitar desde hacía un tiempo.
Gracias al refugio que nos brindaron los ruinosos edificios, fuimos capaces combatir el implacable calor que azotó aquel día, lo que hizo mucho más llevadera nuestra visita. Por ello, decidimos dejar la zona industrial, menos provista de sombraje, para el final de la jornada.
La exótica combinación entre la desolación del complejo industrial abandonado y la salvaje y árida belleza del paisaje circundante, propiciaron que se diese el escenario perfecto para realizar una extensa sesión fotográfica con la que, de alguna manera, inmortalizamos los increíbles paisajes que pudimos contemplar en primera persona aquel día, y que con gusto, compartimos con ustedes.
A continuación, os mostramos las mejores imágenes que logramos capturar aquel caluroso y genial día. Esperamos que sean de vuestro agrado.
Cordiales saludos.
Oniria Misterio
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